
"Escribir no es sólo estar sentado en tu mesa contigo mismo, es escuchar el ruido del mundo"
JEAN-MARIE LE CLÉZIO.
Oh, pez, pececillo dorado, ¡ten mucho cuidado!
Son muchas las redes y trampas que te
tiende este mundo.
Así inicia una de sus grandes obras, El pez dorado (1999), uno de los últimos escritores galardonados por la Academia Sueca con el Premio Nobel de Literatura 2008, el francés Jean-Marie Gustave Le Clézio.
Para la Academia, Le Clézio merece ser erigido como el escritor más importante del año, porque es un "Novelista de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante".
Esto implica ─según datos que he logrado obtener─ rescata en esencia a través de sus obras, al hombre más allá de la cultura reinante, es decir que a pesar de la desastrosas etapas colonizadoras ─véase en Latinoamérica─ las magnificentes culturas indígenas jamás fueron destruidos, es más, sobreviven con la fortaleza de la sangre indígena.
Respecto a los indígenas americanos, refiere: “¿Por qué no los escuchamos? […] Yo tengo ganas de escucharlos”.
Me parece, además, importante señalar una cruda realidad descrita por Le Clézio, en cuanto a las grandes dificultades que tienen que pasar los escritores que recién se inician es este hermoso mundo de las letras, realidad-obstáculos, difícil, por la que atravesamos en nuestro país; cuando afirma que su discurso para recibir el Nobel, debería versar sobre: “las dificultades que tienen los jóvenes para que les publiquen, o las que tiene un autor que escribe en lengua criolla para traducir su pensamiento al francés y encontrar un editor fuera de su isla”.
Es muy probable que exista una disconformidad sobre la entrega de un premio tan importante como lo es el Nobel, a un escritor que poco se conoce, diría escasamente, al menos en nuestro país. Sin embargo, me permito opinar que no es necesario premiar y/o reconocer a un escritor solo tomando como base sus múltiples publicaciones o que posea una fama de tal, que lo haga merecedor. Los reconocimiento deben hacerse por la calidad de sus obras, que tengan relación con los más grandes ideales del hombre, de la humanidad misma, cuyo mensaje esperanzador se convierta en una proclama, en un llamado a recuperar lo trascendente de nuestras culturas ancestrales, que a pesar del yugo colonial, que trajo consigo la horrenda consigna de desaparecer lo más preciado de un pueblo, pues aquellas, sus costumbres, su filosofía, sus ideales, jamás fueron destruidos; contrariamente, en el camino, en el reencuentro con el mismo hombre, florecerán cual silvestre retama.
El escritor galo posee una meteórica producción literaria, veamos:
Su primera novela Le procès verbal, (El atestado, 1964), obtuvo el prestigioso premio Renaudot, La fiebre (1965), El diluvio (1966), Terra amata (1967) y El libro de las huídas (1969). En 1980, recibe el premio de la Academia Francesa por Désert (Desierto), un evocador relato del contraste entre la grandiosidad de las culturas perdidas del norte de África y la mirada de los inmigrantes indeseados en Europa. En 1994 una encuesta le señala como el mejor escritor francés vivo. (1)
Con él, suman 14 los escritores de nacionalidad francesa que obtienen el más alto galardón de las Letras. A sus 68 años, el escritor recibirá un cheque de 10 millones de coronas suecas (1,02 millones de euros), el 10 de diciembre en Estocolmo.
Para finalizar, encuentro en Le Clezio, al hombre por antonomasia, un tejedor del mismo espíritu de la humanidad, un discípulo innegable de nuestro gran César Vallejo y de José María Arguedas.
(1) El francés Jean-Marie Le Clézio, Nobel de Literatura. El País.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario